jueves, 18 de febrero de 2010

El efecto LH

A mis queridos compañeros y a mi querido Equipo Docente, que me han enseñado las claves del factor más humano del lenguaje en las cosas más cotidianas

De un tiempo a esta parte, observo la realidad que me rodea desde una perspectiva lingüística tan nueva para mí como fascinante e inevitable. Es lo que se llama el efecto LH, un virus que ha infectado ya a buena parte de mis compañeros de la asignatura El Lenguaje Humano, y del que también yo estoy enferma. Antes, escuchaba cualquier emisión sin mayores ceremonias ni sobresaltos. Buscaba inconscientemente la equivalencia semántica a una secuencia lineal de sonidos y ahí acababa todo… Aquellos beatíficos tiempos no serán nunca más, "never, never..."

Ahora cada palabra desencadena en mi mente un proceso plenamente consciente y deliberado que busca alcanzar hasta el último de sus secretos. Que una no pueda escuchar ¡5 kilos de mondarinas a 3'60! en el caso de que una frutería ambulante pase por tu puerta sin limitarse a pensar que están ofreciendo una verdadera ganga no es ningún chollo: por el contrario una cruz pesada que ya no vamos a poder dejar de cargar, ¿verdad Chabela?

Cuando te muestran las claves que abren un mundo nuevo en el que lo estático cobra movimiento y las palabras, vida, ya no hay marcha atrás… Es como una especie de revelación. El milagro del lenguaje. Sencillamente.

Caer en la cuenta de que somos únicos, singulares como especie, en virtud de este prodigio no es sino el punto de partida de un itinerario fascinante que nos lleva sin apenas esfuerzo por los diferentes caminos que nos llevan por las relaciones de sus facetas.

Me apetece hoy comentar especialmente el fenómeno conocido como "el nuevo prescriptivismo" que afecta a nuestra rama de la ciencia en la era de lo "políticamente correcto" que abrazamos llenos de buena voluntad social renunciando a las estructuras lingüísticas adquiridas de modo natural. Que nuestro lenguaje es un reflejo de nuestra cultura y nuestra imagen del mundo es sólo una parcela tangencial del hecho del lenguaje en sí, el centro de nuestro análisis. Si como exponente expresivo de una concepción históricamente androcéntrica se puede considerar "sexista" no es el debate: de manera que sin entrar en consideraciones que afectan a la utilidad de este fenómeno que impone la mención del género femenino en cada emisión de la que somos origen, hay algo evidente: no es adquirida de manera natural y por ello nos juega frecuentemente malas pasadas en el discurso. Esta reeducación lingüística pasado el periodo crítico tiene sus consecuencias cómicas al tratar recursivamente de extender la pauta. Hace algún tiempo, cuando la duplicidad sintagmática "los niños/las niñas", "los alumnos/las alumnas", "los profesores/las profesoras" había conquistado ya definitivamente por la fuerza la parte del mensaje que se refería a lo colectivo, fui testigo de una situación insólita. Durante la inauguración del curso académico una autoridad política terminó su intervención, dando las gracias a los jóvenes y *las jóvenas que llenaban el salón de actos de un instituto. Podéis imaginar el estallido de la sala. Se trataba obviamente de un lapsus, de un error que una delegada de Educación había cometido por haber estado forzando la maquinaria de la dualidad durante todo su discurso, como ella misma, maestra de primaria, usuaria plenamente competente desde el punto de vista gramatical, reconoció de inmediato. Sin embargo, y puestos a buscar extraños maridajes lingüísticos, ayer mismo me encontré con una combinación que no se me habría ocurrido sospechar jamás. Que sustantivos o hasta adjetivos sin género puedan verse alterados puede ser la consecuencia de la inercia con que vamos aplicando ya el efecto. Pero, ¿a que no lo habíais escuchado en aseveraciones del tipo sí señor / ¡no, señor!. Pues aquí os lo presento, compañeros (y compañeras): se trata también de la intervención de una responsable política durante la presentación de un plan estratégico destinado a favorecer la igualdad. En un momento de su exposición, para afianzar un argumento determinado en un enunciado negativo, nuestra protagonista, cuya voz hemos disfrazado para salvaguardar el interés "meramente científico" de la muestra, señala literalmente:.. no señor , aquí estamos hablando… no señora, aquí estamos hablando…(risas) como puede escucharse en el archivo de audio adjunto. Nuestro análisis se habría detenido ahí, justamente en las risas, conscientes de una situación anómala y divertida, pero entonces llega el efecto LH y nos preguntamos -como si oyésemos la voz de nuestras profesoras al final de uno de esos ejercicios corales que hemos hecho entre todos en el foro durante el curso- qué quiere decirnos este error:

Que la implementación del lenguaje "políticamente correcto" va contra la espontánea naturalidad del habla adquirida. Si en el futuro, cambiaremos nuestras estructuras es una incógnita que no podremos despejar: lo analizarán desde una perspectiva diacrónica los hablantes que nos releven. En algunos ámbitos de nuestra sociedad como el académico o los medios de comunicación que reciben de los organismos encargados de velar por la igualdad, manuales de estilo lingüístico, ya se están produciendo las primeras deserciones…



5 comentarios:

  1. La verdad es que a veces este asunto de hablar "correctamente" se nos impone en el subconsciente. Yo tendía en mi trabajo, por ejemplo a especificar: "trabajador o trabajadora", etc... Ahora estoy "recrtificando", visto el efecto LH y el uso del plural.
    Saludos.

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  2. Maravilloso...
    Somos muchos ya los que estamos condicionados por el efecto LH. Ha sido todo un comienzo en esta nueva andadura y un gran (y satisfactorio) descubrimiento.
    Un saludo.

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  3. LH, inolvidable y gratificante experiencia que nos llevamos ya queramos o no para siempre...

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  4. Está simpático el audio. Si por los políticos fuese hablaríamos en camelo todo el tiempo.

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