martes, 23 de marzo de 2010

El encanto

Si el alter ego de Rafael Álvarez “El Brujo” en su último espectáculo “El testigo” de Fernando Quiñones, me oyese hablar de “encanto” ya había puesto patas arriba las mesas de la imaginaria taberna que funciona de atrezzo  en el escenario. Y es que en el pseudo-homenaje al mítico cantaor Miguel Pantalón que sirve de pretexto al monólogo,  se pone de manifiesto cómo a fuerza de abusar de palabras-comodín en nuestra expresión cotidiana las vamos vaciando de significado.  Yo tengo siempre el encanto entre los labios, (entiéndase sentido estrictamente lingüístico)  y el cielo, y el precioso/ a y todo un rosario de expresiones infinitas  explotadas también en su versión diminutiva que empleo en mi afán por hacer evidente el tono afectivo  en que me gusta desenvolver la mayoría de mis conversaciones con el otro, si el registro me lo permite obviamente. En lugar de decirle a alguien: mira, fulanito, me pareces una persona interesante  porque bla , bla , bla y más bla que se hace querer, porque.. más bla, y bla y bla.. pues le digo simplemente: ay cielo, eres un encanto  y acabamos antes. Para una vez que la recursividad está de vacaciones en mi discurso no voy a ir a buscarla…¡Si siempre acaba volviendo la muy ladina!.   Pero la manifiesta enemistad que Quiñones  revela en su texto contra la costumbre de la que abuso, me hace -además de cuestionar como siempre lo que hago o digo- dibujar  alguna reflexión a lo LH que me reconcilie mi lenguaje con el mundo. Si en un intento por alcanzar el significado científico de los preciosos cielos de mis encantos  tratase de buscar los rasgos mínimos del paradigma de tales dones / cielo, tesoro, encanto /…no hallaría más base de comparación que su condición de [+sustantivo] al modo de los primitivos  de Wierzbicka que he cambiado de categoría semántica a [+valorativos] (de los más amables, eso sí) en mi discurso. ¿Y por una incoherencia categorial más o menos evidente, voy a tener que dejar de hablar como hablo? Espera un momento, que no está todo perdido aún en el capítulo siete. Vienen en mi auxilio las relaciones semánticas,  que funcionan como las personales,  pero en el campo de los conceptos lingüísticos (así la afinidad personal seria algo así como la sinonimia y la enemistad sería oposición o exclusión… )  Si, yo te digo: Fulanito, mi cielo,  eres un encanto (además del hecho de que probablemente tú seas un encanto y yo un poquito cursi) estoy aludiendo a una realidad directamente, y no a través de  la lexicalización de un concepto…Estaríamos  hablando de co-referencialidad (el cielo, el encanto.. eres tú, fulanito)  y habíamos quedado en que los nombres que comparten referente no hay que descomponerlos en busca de átomos. Una amiga mía, acabaría con todo este galimatías mucho antes: todo es como es, sin  buscarle más complicaciones… Con lo feliz que yo era antes… Anda y que le vayan dando otra vez al virus LH.  Y al Brujo y a Quiñones, el próximo premio  Max, porfavorcito…

viernes, 19 de marzo de 2010

De dónde vienen...

ALOPECIA
"El nombre científico binominal del zorro común o zorro rojo es Vulpes vulpes, mientras que el del zorro polar, zorro blanco o zorro de las nieves es Alopex lagopus . Solo con saber eso, el amante de la fauna conoce ya -sin necesidad de estudiar lenguas clásicas- cómo llamaban a la zorra en latín, vulpes, y cómo la llamaban en griego, alopex. Derivado directemente de este último vocablo, en griepo clásico encontramos ya alopekía, referido a la caída anormal del cabello, en los textos de Dioscórides, allá por el siglo I de la era cristiana. Y de ahí pasó a alopecia tanto en latín como en castellano medieval.
No es fácil determinar con certeza el vínculo conceptual que apreciaron los antiguos griegos entre las zorras y la alopecia, pero tradicionalmente se ha explicado por el hecho de que el zorro es animal que muda su pelaje dos veces al año (en otoño, para protegerse frente a los fríos del invierno, y en primavera, para desprenderse del espeso pelaje invernal), y en esas épocas de muda presenta amplias calvas despeluzadas de aspecto seudosarnoso. Al menos esa era la explicación que daban los médicos en 1481, como puede comprobarse en la versión española del Compendio de cirugía de Guido Lanfranc de Milán (c. 1250-1306): "Alopix en griego es zorra en latín; pues por cuanto a las zorras en un tiempo del año acesce pelarse, por ende el caimiento delos cabellos es nombrado alopicia".
Bien, si habéis comenzado a sufrir esa temible caída del cabello o ya sois tan calvetes como Koyak, en esta información no habéis encontrado la fórmula mágica para recuperar ni un solo pelo pero al menos conoceréis de dónde proviene vuestra alopecia... la palabra, no la causa.
Ahí va una segunda palabrita que, sin entrar en debates que aquí no vendrían al caso, es de plena actualidad y problablemente desconozcamos su procedencia y resulta igualmente interesante: aborto.

AMANECER FRUSTADO
..."Atendiendo al lenguaje, que es lo que aquí nos trae, habrá que recordar que en latín orto signigica nacimiento, en el sentido de algo que surge desde donde estaba oculto pero ya existía previamente. Así, el orto por excelencia es el del sol cada amanecer; no se duda de que el astro es el mismo que se escondió por occidente al caer la noche anterior; no salede la nada, y mientras no se le ve no hace otra cosa que seguir un camino oculto a los ojos de los hombres.
La partícula ab, en su acepción negativa, vale por alejamiento o privación. Para los antiguos no había mayor desgracia que la de que algo que siempre había sucedido no sucediese. El aborto, del sol o de un ser engendrado en el seno de una mujer, era algo que rompía las expectativas y que, desde luego, no se podía aceptar dentro de su forma de entender el mundo. Y esa mentalidad "antigua" permanece en el trasfondo inconsciente de la humanidad de todos los tiempos, incluido, claro está, el nuestro que por muchos alardes que haga de ruptura con el pasado no puede -que se lo pregunten a Carl Jung y a su ingente obra sobre el asunto- desprenderse de lo que forma parte del sustrato mental del hombre"...

Fuente: DIARIO MÉDICO en su sección LABORATORIO DEL LENGUAJE, los autores son Fernando A. Navarro y José Ignacio de Arana, respectivamente.

viernes, 12 de marzo de 2010

La palabra eterna

 A primera hora de esta mañana ha fallecido a los 89 años de edad en Valladolid el escritor y novelista Miguel Delibes. Casi un siglo de letras que pasan a la otra orilla de aquel lago que, tarde o temprano, todos tendremos que cruzar. Pero he ahí la magia de la palabra, que perdura y perdurará siempre. La sombra del ciprés es alargada (1949), Mi idolatrado hijo Sisí (1953), Cinco horas con Mario (1966), o Los santos inocentes (1981), perdurarán por siempre como muestra de que lo escrito nunca pasa.
              Ese valor inmaterial, casi espiritual, de lo hablado que se convierte durante el fugaz acto de la escritura en un patrimonio material y eterno. Tanto es así que llega a conceder la inmortalidad a los que lo escriben. Delibes será uno de ellos. Un señor que vio la luz en Valladolid, el 17 de octubre de 1920, siendo el tercero de los ocho hijos que conformaban una familia acomodada, cuyo cabeza de familia era catedrático de derecho en la Escuela de Comercio vallisoletana. Pero la triste lacra de la guerra, que todo lo trunca y destruye, marcó también la vida de Delibes. Tras estallar la Guerra Civil Española, se enroló como voluntario en la Marina del Ejército Nacional en 1938, y llegó como voluntario, a prestar servicio en el crucero Canarias.
              Tras la contienda, regresó a Valladolid donde se licenció en Comercio y Derecho, pasando también por la escuela de Artes y Oficios, donde descubrió la magia de la caricatura. Precisamente por ello fue contratado por el Norte de Castilla, diario vallisoletano, como caricaturista de cabecera. El periodismo se abría ante sus ojos y, por ende, el gusanillo de la literatura empezaba a aflorar dentro de él.
              Lo demás, creo que lo conocen, o al menos es más conocido y puede ser consultado en cualquier enciclopedia o libro de consulta. Recalco estos aspectos de la biografía de Delibes porque, cierta vez, escuché de una persona a la que aprecio muchísimo que "conocerás mejor la obra de un artista si sabes cómo ha sido su vida, de donde viene y, sobre todo, a qué se dedicaban sus padres". Parecerá absurdo, pero no. De un rango elevado, Delibes fue capaz de sumergirse en los estratos más íntimos de la persona; sin caer en el constumbrismo más contumaz, fue capaz de contar, narrar y ser cronista, a la par que creaba fabulaciones e inventivas literarias. Sin mucho artificio, sólo con la humilde fuerza que da la palabra.
              Descanse en paz uno de los genios de la literatura del siglo XX, ese que supo plasmar su sufrimiento, sus pasiones, sus vivencias, su forma de ver la vida, en un simple papel en blanco, y además, lo hizo con maestría. Por ello, simplemente, merece nuestro reconocimiento y recuerdo. Esté donde esté, su palabra siempre permanecerá viva. Es, ni más ni menos, que la magia de las palabras...

martes, 9 de marzo de 2010

Zarandajas

En uno de mis frecuentes correos electrónicos con una gran amiga, que vive a 4000 km (doy gracias a San Internet), me dice al final:
Voy corriendo para la puñetera fisioterapia de los nenes y dar a basto con la comida y sus deberes y demás zarandajas

Y pienso, qué palabra tan bonita. Yo, que me encanta la etimología, allá voy a intentar averiguar qué significa:
La RAE da esta primera acepción:
1. f. coloq. Cosa menuda, sin valor, o de importancia muy secundaria. 
Ahondando un poco en la etimología, resulta que nos topamos con un arabismo: zaranda, del árabe sarand a su vez del persa sarand que significa criba o cedazo.
Y he ahí una conexión inesperada: zarandear = agarrar a alguien por los brazos o los hombros moviéndolo con violencia.
Por supuesto, ¿acaso no es así como se mueve un cedazo?
¿Tendrá que ver algo con la palabra sarabanda = zarabanda = Danza lenta, solemne, de ritmo ternario, que, desde mediados del siglo XVII, forma parte de las sonatas? No lo sé, el diccionario de la RAE dice que zarabanda tiene un origen incierto: (De or. inc.).




sábado, 6 de marzo de 2010

¡Retruécanos y centellas! (Principio de Composicionalidad y II)



Lo del Principio de Composicionalidad que mencionábamos el otro día me ha recordado los divertimentos ensayados a imagen y semejanza de los retruécanos o juegos de palabras que, efecto cómico aparte, vienen a mostrar  que los significados no son la simple suma de contenidos en las expresiones complejas, sino que resulta decisiva su organización sintáctica.  Definitivamente no es lo mismo vivir para trabajar que trabajar para vivir,  ni perder un segundo en la vida, que perder la vida en un segundo; una gorra de viaje que un viaje de gorra; tres mil quinientas ovejas  que quinientas tres mil; estudiar por amor a los libros que estudiar los libros por amor;  la interpretación de la Pragmática, que la Pragmática de la interpretación. Vale. Estos últimos ejemplos no es que estén muy elaborados pero me llevan al lugar común que busco. Amor y Pragmática, la vida misma. ¿Podríamos aplicar esa misma regla fregeliana  en un párrafo para demostrar que su sentido global  también depende del orden en que leamos el texto? ¿Podría considerarse esto un retruécano discursivo?¿Con qué intención comunicativa? Probablemente se trate de un ejercicio de estiramiento excesivamente forzado…,  pero me han enviado uno de esos virales en cadena que muestran cuán efímero es a veces el amor más  apasionado, o que depende en todo caso del flujo de la información de abajo arriba o de arriba abajo. No, pero ahora en serio: resulta curioso.  Un diálogo entre recién casados, ella y él,  por toda seña, como en  la canción de Ricardo Arjona. Escucha qué se dicen:

EL: ¡¡Si!! Por fin. Qué dura fue la espera. No podría aguantar ni un minuto más
       ELLA: ¿Quieres dejarme?
EL: Nooo. ¿Estás loca? Ni siquiera lo pienses.
ELLA: ¿Me amas?
 EL: Por supuesto, una y otra vez
ELLA: ¿Alguna vez me has sido infiel?
EL: Noo! Solo pensarlo me da asco.
ELLA: ¿Me besarías?
EL: En cada oportunidad que tenga
ELLA: ¿Te atreverías a insultarme?
EL: Sabes que no soy ese tipo de hombre
ELLA: ¿Puedo confiar en ti?
EL: Si
ELLA: ¡Mi amor!
Ahora veamos qué ha ocurrido con los recién casados después de unos cuantos aniversarios sin celebrar... Vuelve a leer el texto de abajo a arriba. ¿Ya?
Conclusión: el orden que asignamos a los enunciados puede salvar una relación de pareja.

------------
Con permiso... Una adenda: "Pingüinos en la cama" de Ricardo Arjona
Versión original:





Versión con Chenoa:

viernes, 5 de marzo de 2010

Pedir disculpas

 La fuente es DIARIO MÉDICO, publicado en la sección LABORATORIO DEL LENGUAJE por José Ignacio de Arana, el pasado 24-2-10 :

PEDIR DISCULPAS
"He aquí una curiosa tergiversación del lenguaje que escuchamos muy a menudo. Una persona, por ejemplo, tropieza con otra y le dice a esta segunda: "Le pido disculpas" ¿Cómo que, encima de haber sido él quien ha tropezado, le exige al otro que se disculpe? Ése es el significado correcto de la expresión en buen castellano. Otra cosa, un pequeño matiz de los que tanto gustan y proliferan en nuestro idioma, sería decir "le pido que me disculpe". Sin embargo, todo el mundo por aquí entiende lo uno por lo otro y a quien se entretiene en estos distingos se le tacha de tiquismiquis; la corrección lingüística, tanto verbal como por escrito, no es, desde luego, una preocupación que haga perder el sueño a nuestros compatriotas. Además, en español vale tanto o más la entonación con que se pronuncia una frase y el momento en que se hace como la literalidad de lo expresado en ella"...

Y para continuar parte de otro artículo de Fernando A. Navarro, publicado el mismo día en el mismo diario respondiendo a un comentario en el que se afirmaba que la palabra "hemotransfusión" o transfusión de sangre eran un barbarismo o pleonasmos porque lo único que se transfunde es sangre:

HEMOTRANSFUSIÓN, ¿UN PLEONASMO?
..."En  primer lugar, el verbo transfundir es, literalmente, un sinónimo latino de trasvasar, de modo que no se aplica en español solo a la transferencia de sangre entre vasos sanguíneos de una persona a otra o de un animal a otro, sino también al paso de cualquier líquido de un recipiente a otro. Cabe hablar con toda propiedad, pues, de transfusión de medios de cultivo líquidos, por ejemplo, sin que pueda considerarse incorrecto.
En segundo lugar, el vocablo transfusión no contiene en sí ninguna alusión directa a la sangre, por lo que en ningún caso cabría calificarlo de pleonasmo, por ejemplo, en la expresión hemotransfusión sanguínea, como lo hay en células hepatocíticas o en tratamiento radioterápico.
El hecho de que en español usemos habitualmente transfusión como forma abreviada de transfusión de sangre no significa que esta última sea redundante; de igual modo que el hecho de usar habitualmente hipertensión o arritmia como formas abreviadas de hipertensión arterial y de arritmia cardíaca, respectivamente, no significa tampoco que estas últimas sean redundantes.
 Y tercero, incluso aunque en español únicamente usásemos transfusión en su sentido médico habitual, seguiría siendo importante poder distinguir claramente entre una transfusión de sangre (sangre completa, se entiende) y una transfusión de plasma, una transfusión de eritrocitos, una transfusión de factor VIII recombinante o de cualquier otro hemoderivado."

Remitido por Chabela

Transfusión de sangre de un cordero a un humano en 1666
(Copyright: The Royal Society)

lunes, 1 de marzo de 2010

Congreso Virtual de la Lengua

Babelia, la revista cultural del diario El País, ha tomado esta iniciativa (transcribimos las primeras palabras de Winston Manrique Sabogal:

En vista del desastre que ha causado la naturaleza en Chile y para no dejarnos arrinconar por ella, Babelia ha decidido ampliar el especial que empezó a publicar ayer en este blog sobre el V Congreso Internacional de la Lengua Española, en Valparaíso, y rendir un homenaje a Chile, a América y a la lengua castellana con un Congreso virtual de la lengua.


Más información en el enlace siguiente: V CONGRESO